A pocos pasos del bullicio urbano de San Sebastián se encuentra un rincón inesperado: el Parque Cristina Enea. Más que un parque, es una auténtica selva urbana donde pavos reales pasean entre magnolios, palmeras del Himalaya y bambús centenarios.
Este espacio verde, legado del Duque de Mandas —Fermín de Lasala y Collado—, combina historia, botánica y arquitectura. El edificio principal del parque, de estética inglesa de principios del siglo XX, recuerda a las antiguas caballerizas del Palacio de Aiete. Hoy, alberga usos culturales y zonas de descanso, manteniendo su esencia original gracias a reformas respetuosas con el patrimonio.
Cristina Enea no solo destaca por su biodiversidad. Es también un ejemplo de adaptación urbana: los caminos han sido diseñados para preservar el entorno y ofrecer accesibilidad sin alterar la arquitectura. Aquí conviven especies exóticas, como bambús de más de cien años, con árboles autóctonos como el tejo, presente en el escudo de Gipuzkoa y tradicionalmente plantado en las entradas de los caseríos.
Durante años, este parque albergó también ciervos y hoy sigue siendo refugio para aves y otras especies urbanas. Las medidas de protección para patos y pavos reales —como cuerdas dispuestas para evitar ataques de gaviotas— muestran un esfuerzo activo por conservar la fauna en equilibrio con la ciudad.
Recorrer Cristina Enea es pasear por la historia natural y cultural de Donostia. Un lugar donde la naturaleza se entrelaza con el legado histórico, en pleno centro urbano.