El edificio Bellas Artes es uno de los ejemplos más singulares del patrimonio arquitectónico de San Sebastián. Situado entre las calles Urbieta y Prim, su fachada principal —de estilo academicista francés— ha formado parte del paisaje del ensanche donostiarra desde su inauguración en 1914.
Un edificio nacido para el cine
El Bellas Artes fue concebido originalmente como cinematógrafo, nombre que se daba a los cines en los primeros años del siglo XX. Su construcción corrió a cargo de la familia Mendizábal, empresarios vinculados a la exhibición cinematográfica que también promovieron otros locales emblemáticos como el Miramar o el Príncipe.
Durante décadas, el Bellas Artes combinó proyecciones con otros usos culturales. En su escenario ensayó el Orfeón Donostiarra, que mantuvo allí su sede hasta 1977, y más tarde se convirtió en sala de ensayo de la Orquesta Sinfónica de Euskadi entre 1982 y 1989. Su última sesión de cine se celebró en 1982, cerrando una etapa que forma parte de la memoria colectiva de generaciones de donostiarras.
El sello de Ramón Cortázar
El arquitecto Ramón Cortázar, hijo de Antonio Cortázar —autor del ensanche de San Sebastián—, fue el responsable del proyecto. Su diseño destaca por el equilibrio entre monumentalidad y elegancia, integrándose con armonía en una parcela triangular compleja.
Cortázar incorporó innovaciones técnicas como el uso del hormigón armado, todavía poco habitual en la época, y dotó al edificio de elementos ornamentales característicos del estilo Beaux-Arts francés, también conocido como “Segundo Imperio”. La cúpula central, los ojos de buey, las guirnaldas esculpidas y las cabezas de león que decoran la fachada son algunos de los detalles que le confieren su singular identidad.
Reformas y evolución del interior
En 1943, el arquitecto Ignacio Mendizábal llevó a cabo una importante renovación para adaptar el inmueble a los nuevos tiempos. Se mantuvo la estructura de sala de butacas, palcos y anfiteatro, un esquema típico de los grandes teatros de la primera mitad del siglo XX.
El Bellas Artes conservó su carácter acogedor y su función social como punto de encuentro para el ocio y la cultura, con proyecciones dobles y precios populares que muchos donostiarras recuerdan como parte de su infancia y juventud.
De cinematógrafo a edificio histórico
Aunque popularmente conocido como “el Bellas”, su nombre original fue Palacio de Bellas Artes. La denominación “teatro” o “palacio” responde tanto a su imponente presencia como a la influencia de la arquitectura francesa y británica de la época, donde los cines adoptaban una estética teatral.
A lo largo del siglo XX, el edificio se consolidó como uno de los referentes visuales de la ciudad, pese a haber pasado desapercibido en el skyline donostiarra frente a otros símbolos más reconocibles.
Rehabilitación y nuevo uso hotelero
Tras décadas cerrado, el Bellas Artes está siendo rehabilitado para recuperar su esplendor original. La restauración respeta sus elementos históricos y recupera el característico color rojo de la fachada, que rompe con la homogeneidad arenisca del ensanche y refuerza su presencia urbana.
El proyecto incluye la creación de una azotea o rooftop con vistas al centro de Donostia, accesible tanto para huéspedes como para el público general. Este nuevo espacio permitirá disfrutar de una perspectiva inédita de la ciudad y reabrirá el edificio al uso ciudadano, integrándolo de nuevo en la vida urbana.
Patrimonio, identidad y futuro
El Bellas Artes simboliza una época en la que San Sebastián vivía un intenso impulso cultural y arquitectónico. Su recuperación no solo preserva un legado arquitectónico, sino que también reconecta la ciudad con su historia moderna, marcada por la convivencia entre tradición, innovación y apertura internacional.
Redescubrir el Bellas Artes es redescubrir parte del alma de Donostia: una ciudad donde la belleza, la cultura y la arquitectura dialogan desde hace más de un siglo.