Pocos lugares concentran tanta historia y belleza como el Monte Urgull. Desde sus laderas, el visitante puede recorrer siglos de evolución urbana y militar de San Sebastián, disfrutar de una de las panorámicas más impresionantes de la ciudad y descubrir rincones con tanta vida como el Museo de San Telmo o el antiguo Castillo de la Mota.
Un paseo con historia: del Museo de San Telmo al Castillo de la Mota
El acceso más recomendable para subir al Monte Urgull parte desde la plaza de Zuloaga, junto al Museo de San Telmo. Este camino permite observar las “tripas” del antiguo convento, reconvertido primero en cuartel militar y más tarde en museo. La fachada actual conserva aún parte de aquella estructura defensiva.
En el interior del claustro, hoy transformado en un espacio de calma y luz, se asoman terrazas privadas que disfrutan de unas vistas únicas: el claustro, orientado al sol y rodeado de silencio, se ha convertido en uno de los rincones más sorprendentes del centro histórico de San Sebastián.
Accesos y caminos al Monte Urgull
Además del acceso desde San Telmo, existen otros tres itinerarios: por la Basílica de Santa María, por la calle Mari Virgen del Coro y por el Paseo Nuevo. Todos confluyen en los senderos que conducen al Castillo de la Mota, fortificación que durante siglos protegió la ciudad de los ataques marítimos y terrestres.
Por este mismo camino desfilaron las tropas francesas tras su rendición en 1813, después del asedio de las fuerzas anglo-portuguesas. La historia recuerda aquel episodio como uno de los más duros para la ciudad, que acabó incendiada tras la victoria aliada.
Las baterías del Monte Urgull
A medida que se asciende, aparecen los restos de los antiguos baluartes defensivos, como la batería del Mirador, uno de los puntos más estratégicos del castillo. Desde aquí, los cañones defendían tanto la costa como el río Urumea y la playa de la Zurriola, cuando toda esa zona era aún un gran arenal.
El nombre de “batería” procede de “batir”, porque desde estos emplazamientos se batía al enemigo, tanto en el mar como en tierra. La forma semicircular de las plataformas permitía mover los cañones de un lado a otro para cubrir un amplio campo de tiro.
Construidas entre los siglos XV y XVII, estas baterías formaban parte de un sistema defensivo muy similar al de otras plazas fortificadas del imperio español, desde el Caribe hasta el Mediterráneo. Muchos de sus ingenieros eran italianos, considerados entre los mejores de la época.
El origen del nombre “Urgull”
El término Urgull procede del gascón y significa “orgullo”. No es casual: durante siglos, en San Sebastián convivieron tres lenguas —euskera, castellano y gascón—, reflejo de la mezcla cultural de una villa abierta al comercio y al mar. Muchos apellidos donostiarras tienen origen en esa raíz gascona: Gascón, Gasca, La Salle (transformado en La Sala) o Gayet, entre otros.
Vistas y alcance defensivo
Desde la batería del Mirador se domina toda la bahía y el centro urbano. En el siglo XIX, los cañones alcanzaban incluso la zona del Boulevard, defendiendo la ciudad desde una posición elevada. Algunos textos antiguos mencionan que el fuego artillero podía llegar hasta el cerro de San Bartolomé, aunque probablemente se trate de una exageración.
El Monte Urgull servía no solo como fortaleza militar, sino también como punto de vigilancia. Desde aquí se controlaba la entrada por mar, el paso del río y las zonas de acceso terrestre.
Un recorrido entre historia y paisaje
Hoy, recorrer el Monte Urgull es adentrarse en un museo al aire libre: los restos de los baluartes, las vistas al Cantábrico, los cañones de piedra y las murallas conviven con senderos entre árboles, miradores y rincones de silencio.
Desde la cima, junto al Castillo de la Mota y la escultura del Sagrado Corazón, se comprende por qué los donostiarras siempre han considerado este monte como el auténtico mirador de la ciudad.